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¿A quién tememos?




Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. (Hechos 5.29 RVR60)


Un soldado se hallaba en posición de atención durante un desfile de entrenamiento militar cuando saludó a uno de los espectadores. El instructor se dirigió al joven soldado y le dijo en tono de reprensión: «¡Soldado! ¡No vuelva a hacer eso jamás!» Sin embargo, cuando la compañía del soldado pasó marchando por el puesto de revisión, el joven saludó una segunda vez. Cuando las tropas estuvieron de vuelta en los cuarteles, el instructor caminó amenazadoramente hacia el soldado y le dijo a gritos: «¡Le dije que no saludara! ¿Es que acaso no me tiene miedo?» «Sí, señor —contestó el soldado raso— ¡pero usted no conoce a mi madre!»


Pedro y Juan habían incomodado a la élite religiosa de Jerusalén. A los hombres de poder de la ciudad les perturbaba el mensaje que predicaban los dos apóstoles y los milagros que hacían. Había que detenerlos. Pedro y Juan fueron arrestados y encarcelados. Tenían razones de sobra para tener miedo. No obstante, al día siguiente enfrentaron a sus acusadores con gran valor. «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios» —dijeron osadamente (Hechos 4.19 RVR60). Pues temían a Dios más que a sus captores.


Si nos sentimos tentados a callar cuando deberíamos salir en defensa del evangelio, debemos recordar que podemos hablar y actuar con convicción porque conocemos a nuestro Dios. Su autoridad sobrepasa a todas las demás. Es a Él a quien tenemos que agradar, no a los hombres.


—HWR

Nuestro Pan Diario


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