top of page

A quién tememos



Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. (Mateo 10:28)


La señora Irma Terror corría detrás de su esposo por en medio de la multitud en el zoológico, batiendo su paraguas y prorrumpiendo en insultos que parecían invisibles misiles, dirigidos a su marido. Su esposo, que sudaba por la falta de respiración, cuando vio abierta la jaula del león, entró corriendo en ella y cerró tras sí; empujó al atónito león contra las rejas y se puso detrás con el fin de esconderse de su esposa, mientras miraba por encima de la melena del animal. Su frustrada esposa sacudió el paraguas con rabia y tartamudeó de la ira. Finalmente, luego de calmarse un poco para articular palabra, gritó a todo pulmón: «¡Rafael! ¡Sal de ahí, rata cobarde!».


Rafael (en esta historia ficticia), temía más a su mujer que a quedarse encerrado con un león en su jaula. Algo similar pasó con el pueblo de Israel. Moisés envió doce espías a Canaán (un representante por cada tribu), y cuando regresaron le dijeron al pueblo la presencia de gigantes en aquella tierra y ciudades fuertemente amuralladas, agregando: «La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos» (Números 13:32–33). Ellos temieron a los seres humanos y no a Dios, por esta razón Él los castigó a deambular por el desierto durante 40 años y no les permitió entrar a la tierra prometida (Números 14:20–35).


Muchas veces, las circunstancias que tenemos en frente o las personas que nos rodean, nos producen temor, el cual nos conduce a que dejemos de confiar en el Señor. Y en vez de temer a Dios, tememos a los seres humanos o a las circunstancias. Tengamos cuidado a quién o a qué estamos temiendo, porque únicamente Dios merece nuestro temor.


A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. (Isaías 8:13)


51 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Kommentare


bottom of page