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¿A quién rendimos culto?



Porque por ahí andan muchos, de los cuales muchas veces les dije, y llorando vuelvo a decirlo, que son enemigos de la cruz de Cristo. Ellos sólo piensan en lo terrenal. Su dios es el vientre, su orgullo es su vergüenza, y su fin será la perdición. (Filipenses 3.18–19 RVC)


Algunas traducciones usan la palabra «apetito» en vez de vientres; esta última es la traducción más cercana al original, ya que la palabra en griego koiné es koilía (κοιλία), que significa: El vientre del hombre, las entrañas; entendido como el receptáculo de la comida, es decir, el estómago; ya sea del hombre o de los animales.


Muchas personas en el mundo actual le rinden un culto excesivo a sus estómagos. Pues vivimos en un tiempo donde podemos acceder a un sin número de alimentos y platos preparados de manera relativamente sencilla. Y entendemos que las personas del mundo son gobernadas no solo por sus estómagos, sino que también por sus otros apetitos, tales como los sexuales o la codicia por tener bienes materiales y dinero. Esto es debido a que las personas sin Cristo son esclavos de sus propios pecados.


De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. (Juan 8.34 RVR60)


No obstante, los creyentes hemos sido hechos libres de aquella maldad que nos dominaba (Juan 8.36). Sin embargo, existen muchos creyentes que día con día, le rinden culto a sus estómagos, no negándole ninguno de sus deseos. Claro, lo más probable es que esté pensando en los hermanos con sobrepeso u obesidad, no obstante, existen un gran número de personas delgadas que comen más que alguien que tiene unos kilos de más.


Si la Palabra de Dios, en los versículos del principio, nos hablan de que «su dios es el vientre»; esto quiere decir que Dios ya no es al único que adoran, sino que existe otro a quien le rinden honores. ¿Podemos los creyentes tener otro dios? No, bajo ningún punto de vista, porque su Palabra nos dice: pues no adorarás a ningún otro dios, ya que el Señor, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso (Éxodo 34.14 LBLA).


Mis amados, aún en estas cosas tan pequeñas podemos pecar en gran manera contra Dios. Es decir, que si pasamos cada día satisfaciendo cada deseo de nuestro estómago, sin negarle nada; e incluso, si recibimos algún dinero extra, lo primero que pensamos es en gastarlo en algún tipo de comida para darle placer a nuestro estómago; pero lo único que estamos haciendo, es ser idólatras y vivir para agradar a nuestra carne. ¿Acaso Dios se agradará de eso? ¡Por supuesto que no! Por lo tanto, sigamos el mandato divino, dado a través del apóstol Pablo cuando dijo:


La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. (Romanos 13.12–14 RVR60)


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