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  • Foto del escritorAlexis Sazo

¿A quién quiere agradar?



Fuente: La Buena Semilla

¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas 1:10)

¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? (Juan 5:44)

Un joven y talentoso músico, alumno de un renombrado violinista, se presentó en público por primera vez. Su brillante actuación desencadenó nutridos y merecidos aplausos. Sin embargo, el joven no parecía apreciarlos, ni siquiera notarlos, pues estaba demasiado ocupado observando la reacción de un anciano de cabellos blancos sentado en primera fila. Solo cuando este último se levantó para inclinar suavemente la cabeza hacia él, una enorme sonrisa iluminó el rostro del joven violinista. Su maestro acababa de darle su aprobación, y eso era lo único que contaba para él.

¿De quién esperamos la aprobación en nuestra vida? Cultivar nuestra imagen ante los demás hace que corramos el riesgo de descuidar la única calificación valedera: la de Dios. ¡Tendemos tanto a querer ser bien vistos y considerados por nuestro entorno! Damos demasiada importancia a la opinión de los demás. Si el mal que se dice de nosotros despierta nuestra susceptibilidad, y el bien, nuestro orgullo, ¿no es una prueba de que nos dejamos influenciar mucho por “el qué dirán”?

Cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, no buscaba el reconocimiento. Al contrario de los que corren tras la popularidad, él decía la verdad antes que buscar complacer a su audiencia. Eso molestó de tal forma que motivó su crucifixión. Pero, ¡qué aprobación recibió de parte de su Padre! Dios lo resucitó y lo hizo sentar a la diestra de su propio trono.


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