A quién le pertenece la gloria
- 24 abr
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Versión en video: https://youtu.be/2Jxdgc26704
Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 6:1)
Qué sutil es el deseo de ser visto. Qué fácil es que nuestros actos, aun los más piadosos, se contaminen con el anhelo de reconocimiento humano. El Señor Jesús, en el Sermón del Monte, dirige su atención a esta peligrosa tentación: hacer lo correcto con la motivación incorrecta.
Cuando damos, oramos o ayunamos para impresionar, para obtener la aprobación de los demás o para construir una imagen de espiritualidad, estamos, sin darnos cuenta, robándole la gloria a Dios. Tomamos lo que debería apuntar hacia Él y lo redirigimos hacia nosotros mismos. Y aunque otros puedan aplaudir, el cielo permanece en silencio.
En este pasaje no se está condenando el dar, la oración o el ayuno, de hecho, los asume como prácticas normales de una vida espiritual saludable. Lo que el Señor confronta es la motivación del corazón. “Para ser vistos” —esa es la raíz del problema. El hombre que busca ser visto ya ha recibido su recompensa: la mirada fugaz de los hombres, no la sonrisa eterna del Padre.
Mis hermanos, nuestro Dios ve en lo secreto, Él escudriña no solo nuestras acciones, sino también nuestras intenciones. El Señor no necesita nuestro espectáculo, no, Él desea nuestra adoración y que todas las miradas sean dirigidas hacia sí mismo. Es por esta razón que el Señor Jesús nos invita a una intimidad con Él, una que no requiere público, ni escenario, ni aplausos, solo un corazón rendido y una vida que lo exalte a Él por encima de todo.
Preguntémonos hoy, ¿estoy haciendo todo para la gloria de Dios o para la aprobación de los demás?
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