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A mi manera



El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón. (Salmos 40:8)


Durante varias décadas, el cantante Frank Sinatra ha sido uno de los artistas más populares de Estados Unidos. Y la canción más conocida de él es: «A mi manera» (My Way); aparentemente esta canción ha tocado una fibra en el corazón de muchas personas. ¿Qué fibra es esa? La de la voluntad propia. Ese deseo dominante que tenemos los seres humanos de hacer las cosas a su manera, y que hemos venido manifestando desde el huerto de Edén.


En los asuntos rutinarios, hacer las cosas a nuestras manera puede estar bien. Sin embargo, en lo que respecta a Dios, nuestra manera nunca será la correcta. Especialmente como creyentes no podemos hacer las cosas como se nos dé la gana, sino que nuestra voluntad siempre debe subordinarse a la voluntad de Dios; siguiendo el ejemplo de nuestro salvador, quien dijo: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya [énfasis añadido]» (Lucas 22:42).


Mis hermanos, independientemente de lo doloroso que sea someter nuestra voluntad a Dios, nuestra obediencia nos evita aflicciones en esta vida y pérdidas irreparables en la vida venidera (1 Corintios 3:12–15). La Palabra de Dios en repetidas oportunidades nos advierte que hacer nuestra propia voluntad puede ser muy dañino, por ejemplo en Proverbios 14:12, dice: «Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte». No obstante, la obediencia a Dios llena beneficios espirituales, al presente y también al futuro en la eternidad.


Así que hermanos, siempre que sintamos deseos de decir: «Lo voy a hacer a mi manera», recordemos que eso seguramente nos traerá problemas; y más encima no estaremos siendo imitadores de Cristo, ya que Él hizo todo a la manera se su Padre, pues dijo: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 6:38).


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