¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. (Lamentaciones 3.37–39 RVR60)
Uno de los personajes intrigantes de la literatura y la ópera es el doctor Fausto. Él es el protagonista de una leyenda clásica alemana; un erudito de gran éxito, pero también insatisfecho con su vida, por lo que hace un trato con el diablo, intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos.
Se nos dice que el doctor Johann Fausten era un teólogo y practicante de magia negra; el cual invoca al diablo para tratar de someterlo a sus órdenes. Por medio de un pacto, Mefistófeles -demonio súbdito del diablo-, accede a obedecer y dar información de todo aquello que intrigue a Fausto durante veinticuatro años, al término de los cuales el alma de este será propiedad de Satanás. Durante esos años, Fausto oscila entre los excesos mundanos y el arrepentimiento; sin embargo, el maligno nunca le permite llegar al arrepentimiento completo, amenazándolo y atemorizándolo, por lo que, pasados los veinticuatro años, Fausto muere de una manera violenta y es llevado al infierno.
Un artista inmortalizó esta leyenda al pintar aquel pacto entre Fausto y el maligno como un juego de ajedrez. En un lado de la mesa se sienta Fausto (símbolo de los seres humanos), con pocas piezas en el tablero frente a él. En su rostro se dibuja la desesperación al ver como está perdiendo el juego. Mientras que al otro se ve a Satanás con exultante malicia por su aparente victoria. Un día, un maestro de ajedrez contempló la pintura y al mirar detenidamente el tablero por un largo rato, exclamó: ¡No ha terminado! ¡No es jaque mate! ¡El rey y el caballo todavía pueden hacer otra jugada!»
Al ser Satanás el padre de las mentiras (Juan 8.44), siempre se presenta como el vencedor, como el que está ganando en cada circunstancia de nuestras vidas y del mundo que nos rodea. El dios de este mundo aparenta controlar el tablero con sus engaños. Sin embargo, nuestro Señor y Salvador Jesús, es quien tiene la última jugada en su mano. Pues bien leemos en su Palabra:
Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. (Romanos 16.20 RVR60)
Así que, hermanos, no temamos por lo mal que pueda verse todo, cuán perdido se vea «el juego de ajedrez»; el maligno no puede ganar, ni lo hará jamás, puesto que la victoria le pertenece únicamente a nuestro Señor Jesús, quien, por cierto, ya lo venció en la cruz del Calvario (Hebreos 2.14-15).
Коментарі